lunes, 8 de septiembre de 2008

¿HOMBRE O VARÓN?

¿HOMBRE O VARÓN?

¿Te extraña la pregunta? ¿Tú creías que todos los varones son hombres? Pues conviene que reflexiones en esto. El varón nace, el hombre se hace. Ser hombre es una conquista. Ser varón es un accidente biológico. Todo niño de sexo masculino es un varón, pero sólo un adulto puede ser hombre. Ser varón es una disposición de la materia y la apariencia. Ser hombre es un estado de las fuerzas interiores y de las facultades más elevadas del ser. Un varón no es más que una posibilidad de ser hombre. Lamentablemente, esa posibilidad se frustra con más frecuencia de lo que parece. No todos los varones adultos son hombres de verdad. Algunos nunca llegan a serlo. Ser varón es un accidente biológico. Es como si las circunstancias de tu concepción hubieran lanzado una moneda al aire y tu sexo lo hubiera decidido el azar.

Toda persona tiene una razón de ser. Cada uno nació para cumplir una misión única y particular; el sexo que tiene cada uno es parte importante de las facultades que recibió para cumplir la obra de su vida. Pero todo esto está en otra dimensión. Por lo pronto ser varón es un hecho en el cual no interviniste. Ser hombre constituye tu compromiso y tu tarea. Llegar a ser hombre de verdad será la obra de tu vida.

NEGACIÓN, PERVERSIÓN, FALSIFICACIÓN

Ahora quiero hablarte de una falsificación del concepto de hombre. Y te hablo de esto, porque es una falsificación muy popular y de mucho prestigio. De hecho, temo que estés afectado por ella. Es la imagen y el concepto de hombre que nos dan las revistas, el cine y la televisión. A la pregunta, ¿quién es verdadero hombre? Contestan: el que practica la violencia y la sexualidad libre. La fórmula del hombre que nos dan incluye el horror, la tortura, la matanza y el desenfreno sexual. Por supuesto, esta fórmula de la hombría genera ganancias a los editores de revistas y a los productores de cine. Pero dan una imagen distorsionada del hombre. Sólo revelan su naturaleza animal. Así, los jóvenes se forman una idea equivocada de lo que es un verdadero hombre.

Esta falsificación de la verdadera hombría se llama machismo, y es muy común en el mundo entero, especialmente en América latina. ¿Quién es un macho? El que declara que no teme a nada y a nadie; ni siquiera a la misma muerte. Es el valiente que está dispuesto a partirse el alma, por cualquier causa, con cualquiera, a cualquier hora y en cualquier lugar. ¿Has visto un ejemplar de ésos? Supongo que sí. Abundan mucho y son fáciles de reconocer. Algunos se dejan desabrochados los primeros tres botones de la camisa para mostrar que son hombres de pelo en pecho.
Pero es en su concepto de la mujer donde el macho muestra mejor su pelaje. El macho se jacta de su masculinidad. Es el que husmea el aire cuando pasa cualquier mujer y no resiste la tentación de decirle algo si la considera atractiva, el que cuida a su hermana pero es muy capaz de deshonrar a la hermana de su amigo. Macho es el que exige que la mujer con quien se case sea virgen aunque él no lo sea, es el que obliga a su mujer a serle fiel, aunque él busque beber de la copa ajena. “Macho es el típico Don Juan, que no respeta mujer alguna, desde la dama más humilde hasta la más encumbrada”. Macho es el que ha cultivado las cualidades animales del cuerpo en desmedro de las facultades espirituales. Por eso, cuando mira a una mujer, sólo ve el cuerpo, y de éste, sólo las partes que se relacionan con el sexo. Es como el animal que, carente de facultades espirituales, sólo reacciona ante estímulos viscerales. El macho, incapaz de reconocer a la mujer, incapaz de apreciar el valor de su persona, le pone precio, contemplando y calculando el cuerpo del cuello para abajo. Fracciona la unidad del ser entero de la mujer, la despoja de su espíritu y su alma, y únicamente la considera como objeto sexual.

¡Qué diferente la actitud del hombre de verdad! El hombre no es indiferente a la belleza femenina. De hecho, es el único capaz de apreciarla en todo su valor. Pero el verdadero hombre conoce el valor de la persona humana. Considera a la mujer como un todo compuesto de espíritu, alma y cuerpo. Por eso aprecia la belleza femenina como la armonía y el equilibrio del ser entero. Considera la belleza femenina como la esencia de todas las dimensiones del ser. Por eso mira a la mujer a la cara y a los ojos. Sabe que el ser entero se revela en la actitud del rostro y la pureza de la mirada. Por eso puede apreciar la belleza femenina con pureza. El macho, en cambio, ofende a la mujer con sólo pensar en ella y la ensucia con sólo mirarla. Es lo que algunas mujeres han expresado con rubor y disgusto diciendo: “Sentía que me desvestía con la mirada”.

Por otra parte, no confíes demasiado en los rasgos viriles exteriores. Generalmente, el hombre que se cree muy macho basa su creencia en su vigor físico, en el volumen de sus músculos, en su valor y en otras minucias. Pero los estudiosos tienen otra opinión. José María Cabodevilla dice: “Esas notas que caracterizan al varón y a la mujer no se dan jamás en estado puro y absoluto. O, lo que es igual, que el ánimo y en condición de ambos sexos presenta un relieve masculino o femenino tan sólo predominante, nunca exclusivo, admitiendo una variadísima gama de acentos. No existe la mujer netamente femenina ni el hombre completamente masculino. Sólo existen seres humanos con características de uno y otro signo combinadas en distinta proporción”.

Recuerda, entonces que una mujer muy femenina puede ser valiente, usar voz de mando y ser inflexible. Y un hombre cabal puede tener complexión física delicada y llorar con dignidad sin negar su virilidad. El hombre y la mujer actúan con sabiduría y adecuadamente cuando se aceptan mutuamente como iguales. Las diferencias físicas, mentales y espirituales entre el hombre y la mujer son recíprocamente complementarias en todas las esferas de la vida y el esfuerzo humano. Podemos hablar con toda propiedad de la capacidad viril de la mujer y de la capacidad femenina del varón.

El macho que ignora esto y se considera amo y señor de la mujer es, además de otras cosas, un ignorante. Por esto, si te sientes muy macho, ten cuidado. Hay quienes afirman que el machismo exagerado del hombre latinoamericano es el resultado de una enfermedad carencial: carencia de identidad y de proteínas.

SE NECESITAN HOMBRES

¿Qué es ser verdaderamente hombre? Emerson ha dicho: “El hombre es un pedazo del universo hecho vida”. Y D. Stern afirma: “El hombre es la información suprema y la síntesis viviente de todas las fuerzas vivientes del globo”. La opinión de otros investigadores, igualmente sabios, nos confirma en el criterio de que ser hombre es el elevado ideal al que aspira o debe aspirar todo varón. Porque ser hombre es participar de la materia y del espíritu, de lo temporal y de lo eterno, de lo humano y de lo divino. Lo material, lo humano y lo temporal se trae al nacer. Lo espiritual, lo eterno y lo divino se adquiere. Se va adquiriendo con la educación, la experiencia, la madurez y el ejercicio de la vida espiritual. Cuando se alcanzan esas virtudes se es un hombre.
Quizá te parezca excesivo el valor que le concedo al hombre. Pero si observas y reflexionas con cuidado, verás que esta opinión está bien fundada. Hace poco leí esta definición de lo que es un hombre.

Ser hombre es hacer las cosas, no buscar razones para demostrar que no se pueden hacer.
Ser hombre es levantarse cada vez que se cae o se fracasa, en vez de explicar por qué fracasó.
Ser hombre es ser digno, consciente de los propios actos y responsable de ellos.
Ser hombre es trazarse un plan y seguirlo, pese a todas las circunstancias exteriores.
Ser hombre es levantar los ojos de la tierra, elevar el espíritu, soñar con algo grande.
Ser hombre es ser creador de algo: un hogar, un negocio, un puesto, un sistema de vida.
Ser hombre es entender el trabajo no como una necesidad sino como un privilegio.
Ser hombre es sentir vergüenza de burlarse de una mujer, de abusar del débil, de mentir al ingenuo.
Ser hombre es saber decir: “Me equivoqué” y proponerse no repetir la misma equivocación.
Ser hombre es comprender la necesidad de adoptar una disciplina basada en principios sanos y sujetarse por su propia y deliberada voluntad a esa disciplina.
Ser hombre es comprender que la vida no es algo que se nos da ya hecho, sino que es la oportunidad de hacer algo bien hecho.

Hombres de esta talla y de esta alcurnia los necesita el mundo y los reclama Dios”.
¿Comprendes? Ser hombre es la más hermosa conquista de la vida. ¿Has oído aquella canción con que el cantante José María Napoleón ganó el festival 011 de 1977? Se titula “Hombre” y confirma lo que te vengo diciendo. Aun a riesgo de alargarme quiero recordarte aquella poesía de Rudyard Kipling en la hermosa versión de Efrén Rebolledo que dice:
Si puedes estar firme, cuando en tu derredor todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza; si, cuando dudan todos, fías en tu valor y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza; si puedes esperar y a tu afán poner brida, o, blanco de mentiras, esgrimir la verdad, o siendo odiado, al odio no dejarle cabida y ni ensalzas tu juicio ni ostentas tu bondad; si sueñas, pero el sueño no se vuelve tu rey; si piensas, y el pensar no mengua tus ardores; si el Triunfo y el Desastre no te imponen su ley y los tratas lo mismo, como a dos impostores; si puedes soportar que tu frase sincera sea trampa de necios en boca de malvados, o mirar hecha trizas tu adorada quimera y tornar a forjarla con útiles mellados; si todas tus ganancias poniendo en un montón las arriesgas osado en un golpe de azar, y las pierdes, y luego, con bravo corazón, sin hablar de tus pérdidas vuelves a comenzar; si puedes mantener en la ruda pelea alerta el pensamiento y el músculo tirante, para emplearlos cuando en ti todo flaquea menos la voluntad, que te dice “Adelante”; si entre la turba das a la virtud abrigo; si, marchando con Reyes, del orgullo has triunfado; si no pueden herirte ni amigo ni enemigo;

si eres bueno con todos, pero no demasiado, y si puedes llenar los preciosos minutos con sesenta segundos de combate bravío, tuya es la Tierra y todos sus codiciados frutos, y lo que más importa: ¡Serás Hombre, Hijo Mío! Es bueno ser firme y valiente en la lucha. Es bueno tener dominio propio y equilibrio para saber cuándo actuar y cuándo esperar, en qué circunstancia alzar el pecho y en cuál humillar la frente. Es bueno tener la grandeza necesaria para no rebajarse hasta la envidia, ni odiar ni condenar, ni sucumbir ante la debilidad del orgullo. Es bueno tener la capacidad de arriesgarse y levantarse de todas las caídas, porque el que tal hace es digno de triunfar y de beber la copa de la vida; pero lo más importante es que llegará a ser hombre. Ser hombre es el mayor éxito en la vida. Sólo un hombre verdadero puede ocupar un sitio en la cumbre.
¿Cuál es la respuesta a nuestra pregunta inicial? O sea, ¿cuándo un hombre es verdaderamente hombre? Loes cuando, con la ayuda de Dios, puede controlar su mente, su cuerpo, su espíritu y su voluntad. Ser hombre es ser íntegro. Ser hombre es vivir por principio. Hombre es el que ama la vida, a sus semejantes, a sí mismo y a Dios.

Como ves, ser hombre no es tarea fácil. De hecho, es imposible sin la ayuda de Dios. Llega a ser verdaderamente hombre el que une su voluntad y su debilidad con la voluntad y la fortaleza de Dios. Ser hombre, entonces, es una cuestión moral, ética y religiosa. Pilato, aquel romano de ingrata memoria, en los momentos más decisivos de la historia se refirió a Jesús con las palabras más apropiadas para ese momento: “He aquí el hombre”. Hoy asistimos a una de las derrotas más grandes que ha padecido la humanidad; la bancarrota del hombre. Hoy es más necesario el consejo que da San Pablo: “Portaos -varonilmente y esforzaos”. 10 Es como si te dijera personalmente. “Sé hombre. Cumple tu misión en la vida. Sal a escena y cumple tu papel con honor. Sé fuerte. Sé hombre”.

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