miércoles, 10 de septiembre de 2008

La Mujer Femenina


LA MUJER FEMENINA

¿TE GUSTAN las adivinanzas? Pues aquí va una. “Dos personas están trepadas en una cerca. La menor es hija de la mayor, pero la mayor no es el padre de la menor. ¿Quién es la mayor?” ¿Adivinaste? Si no pudiste, no te preocupes demasiado. Hace tiempo se sabe que esta adivinanza causa desconcierto en muchas personas. De hecho, es un misterio que resulte tan difícil adivinarla. En otros términos, el problema es el siguiente: Hay dos seres humanos, uno adulto y otro menor. Ambos están trepados en una cerca. El menor es hijo del adulto, pero el adulto no es el padre del menor. Nadie debería tener tanta dificultad para adivinar que el adulto es la madre. ¿Por qué entonces resulta tan difícil la adivinanza? Se debe a un mal de nuestro tiempo. Un mal que ya es bastante antiguo. Un mal que ha hecho sangrar la parte más bella y más importante de la humanidad. Me refiero a la mentalidad masculina con que pensamos, hablamos y actuamos. Nuestras generalizaciones sociales se hacen en términos masculinos. Si un grupo de veinte mujeres sesiona y delibera, dice “nosotras”. Pero si hay un hombre en el grupo, dice “nosotros”, porque si dice “nosotras” el hombre protesta. En cambio, cuando dice “nosotros” a causa de un solo hombre, ninguna de las veinte mujeres protesta. En nuestra sociedad los hombres pertenecen a una categoría general y las mujeres a una categoría especial.

Cuando decimos hombre, nos referimos a hombres y mujeres; pero si queremos referirnos al sexo femenino, tenemos que especificarlo claramente. La palabra humanidad viene de horno, es decir, hombre, y a nuestra especie se le da el nombre de horno sapiens aunque es posible que las mujeres superen a los hombres en número. Y, ¿por qué no decirlo?, aunque el tal horno no siempre sea horno y rara vez sea sapiens. Nuestras costumbres lingüísticas revelan lo mismo. Las ocupaciones y profesiones de más “prestigio” son masculinas. Es vulgarismo decir ingeniera, arquitecta o albañila. Aunque haya terminado a la cabeza de su clase compuesta en un 98 por ciento de hombres, una esforzada mujer que obtiene un título en ingeniería, tendrá que oír que 1e digan “ingeniero” y que algunos la vean como “rara”, “advenediza” y “liberada”. Por otra parte, para “mantener una dignidad que se proclama en la tradición jurídica de todos los pueblos”,’ no se debe decir jueza sino juez, por decreto de la Academia.

EL HOMBRE CONTRA SÍ MISMO

Lo anterior sólo intenta ilustrar un hecho, el error más costoso y el crimen más doloroso que el hombre ha cometido contra sí mismo: la degradación de la mujer. Y digo contra sí mismo, porque en la medida en que el hombre envileció a la mujer se envileció a sí mismo. Prácticamente todas las filosofías y religiones anteriores al cristianismo manifestaron una clara tendencia a menospreciar a la mujer. El budismo hace a la mujer símbolo de la naturaleza engañosa e impura del mundo. El dualismo persa considera a la primera mujer aliada de Ahrimán, o sea el principio del mal. No mencionamos, por conocido, el hecho de que Grecia y Roma consideraron a la mujer netamente inferior.

Ni siquiera el cristianismo se libró de la fuerte tendencia. En el siglo XI algunos clérigos dudaron seriamente que la mujer tuviera alma. En el siglo de las luces, el siglo XVIII, llamado también el siglo de la filosofía y de la ciencia, médicos y filósofos convirtieron a la mujer en el símbolo de la patología. Y ahora mismo, en una parte muy importante del mundo hay avisos a la entrada de las mezquitas que dicen: “Prohibida la entrada a mujeres, perros y otros animales impuros”. Esta actitud tan antigua y arraigada hizo que la suerte de la mujer, en casi todas las esferas de la vida, se convirtiera en una carga ingrata y amarga. Ni siquiera algunas de las mujeres más grandes lograron vencer las desventajas de su sexo. Madame Curie fue una de las personas que más honraron a la ciencia y a la humanidad. Aunque ya había ganado un premio Nóbel, y pronto sería la primera persona en el mundo que ganara dos, Madame Curie fue rechazada como aspirante a la augusta Academia Francesa de Ciencias, simplemente porque era mujer.

MANIFIESTO FEMINISTA

Si eres mujer, con seguridad te hierve la sangre al leer estas líneas y considerar tamañas ofensas. Así hirvió la sangre de las heroicas mujeres que han luchado por sus derechos y han acrecentado la dignidad de su sexo a través de la historia. Ya en el siglo XX, un ejército de mujeres se puso en pie de guerra, para dar vida al movimiento de liberación femenina. Y éste lanzó a la faz del mundo el manifiesto feminista. El manifiesto feminista dice que el sexismo es un sistema injusto establecido por los hombres. Que son los hombres quienes han asignado a la mujer, arbitrariamente, el papel de ama de casa madre de familia, niñera y juguete para entretenimiento masculino. Que el hombre se ha asignado a sí mismo el papel de dirigente en el gobierno, la industria, la ciencia y el arte. Que este injusto sistema ha creado la mentalidad social que redujo a la mujer a la condición de esclava del hombre.

El movimiento de liberación femenina ha jurado destruir este injusto sistema. Ha jurado emancipar a la mujer. Ha jurado garantizarle los derechos que se le han negado históricamente. Quiere que la mujer tenga igualdad con el hombre. Igualdad de oportunidades para la educación, el desarrollo y la búsqueda de la felicidad. Igualdad de salarios para similares empleos. Igualdad social ante la ley y reconocimiento del derecho de la mujer a ser libre y buscar en la libertad su plena condición humana. Sin duda, todos apoyan esta justa aspiración de la mujer. Es justo y necesario que la mujer ocupe el lugar que le corresponde como compañera del hombre y como usufructuaria con él, de los frutos del árbol de la vida. La mujer debería compartir con el hombre la responsabilidad y la felicidad del hogar, de la familia y del matrimonio. Asimismo, la responsabilidad de resolver los problemas sociales y políticos de su patria. Debería interesarse y colaborar para la buena marcha del gobierno. Debería llevar la parte de la carga que le toque en la tarea de asegurar el futuro de la raza humana.

Pero —y aquí te invito a reflexionares movimiento de liberación entraña un serio peligro. Se está excediendo. La mejor parte de la humanidad —me refiero a los hombres y mujeres más sabios— ha lanzado la advertencia. Uno de estos ha dicho: “El movimiento de emancipación yerra su fin . . . Para muchas mujeres la emancipación significa, más o menos, llegar a ser como los hombres eran, o como son todavía. Esto deberá llevar inevitablemente al aniquilamiento del ser individual de la mujer, arrojándola así, en una crisis de identidad”.
Tú sabes que esto ya está sucediendo. Poco a poco va ocupando el panorama un tipo de mujer que busca ser como los hombres, hacer lo que hacen los hombres y vivir como viven los hombres. Pero, ¿es posible y saludable esto?

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